Por qué no deben morir las cabalgatas
Para entender muchos pasajes de la historia y la evolución del hombre debemos imaginarlo a lomos de un caballo. Las grandes conquistas, episodios bélicos que dieron origen a las naciones, las obras y el trasiego de la humanidad desde la antigüedad hasta nuestros días, están ligados a la andadura de un caballo.
En Colombia y de acuerdo con los historiadores, los primeros caballos llegaron hacia el año 1.525 traídos desde España por los conquistadores. Desde entonces, la evolución del país ha ido paralela a la de la raza equina y el tesón de los primeros tratantes de caballos, arrieros y negociantes, fueron dando forma a los ejemplares que hoy conocemos y que de acuerdo con su andar han sido clasificados como “paso fino colombiano”, “trote y galope colombiano”, “trocha colombiana” y “trocha y galope colombiano”.
En mi caso personal, soy hijo y nieto de criadores de caballos y casi sin darme cuenta hoy soy padre y abuelo de caballistas. Si la razón fuera solo genética y puro ADN, la explicación sería más fácil. Pero resulta que soy de Pitalito – Huila, pueblo caballista por antonomasia, no en vano y en el ámbito nacional se nos reconoce por ser de la “cuna de montadores y caballos de paso”. José Hilario López, presidente de Colombia en dos ocasiones (1.849 – 1.853 y en 1.863), fue dueño de la “Hacienda de Laboyos” que comprendía vastas extensiones de lo que hoy es Pitalito y de quien nos cuentan los cronistas que dispuso para su hacienda de una extenso pie de cría, originando nuestro gusto por los equinos.
Quiero compartir con los lectores unas cuantas reflexiones al hilo de las recientes suspensiones de las cabalgatas en ferias tan importantes como la de Cali, la feria de las Flores de Medellín, Armenia y la de la feria de Bucaramanga. De entrada y antes de cualquier consideración, absolutamente todas las manifestaciones culturales, folclóricas, deportivas y artísticas, tienen sus adeptos, sus defensores y sus detractores. Tenemos una tremenda capacidad para pasar del éxtasis al dolor, hace tan solo tres meses mientras nuestra selección ganaba en Brasil, en Bogotá morían de “celebración” nueve personas. Pero el abolir por principio y prohibir por sistema, solo consigue la extinción de la expresión popular y va en contravía a la supervivencia de las tradiciones. Consensuar, pactar y reglamentar parece ser la salida legítima y civilizada para facilitar la convivencia y la manifestación tanto de las mayorías como de las minorías y mejor no citar ejemplos en época de negociaciones tan importantes para el país.
Aún está fresco el pronunciamiento de la Corte Constitucional que avala la realización de espectáculos taurinos en Bogotá. Sobran las connotaciones políticas ahora, nos gusten o no, la Corte propone que se “…adopten mecanismos contractuales y otros administrativos que garanticen la continuidad de la expresión artística de la tauromaquia y su difusión...” (El Tiempo, septiembre 2 de 2014). Es la protección de varios derechos a una minoría, otra cosa será el cumplimiento y la adopción de los mecanismos de que habla la Corte.
Criar caballos que se escribe fácil pero que en la práctica no lo es tanto, es actividad que en nuestra convulsa Colombia estuvo estigmatizada y demonizada. Desde la Federación de Asociaciones Equinas de Colombia – FEDEQUINAS -, que reúne 24 asociaciones establecidas en todo el territorio nacional y que fue fundada y reglamentada en 1.984 como respuesta institucional para que una entidad propendiera por el fomento equino, expidiera e implementara el registro genealógico de los ejemplares y llevara la organización de todos los eventos a nivel nacional. Años de trabajo, de evolución, de compromiso, de organización, de divulgación cultural, de mejoras constantes en las condiciones y manejo de los equinos, nos permiten aseverar que los caballos tienen dolientes y que el gremio está vivo. Resulta relativamente fácil desde algunas agrupaciones animalistas, no suficientemente informadas, despotricar sobre “las cabalgatas”, los caballos y los dirigentes de FEDEQUINAS. Comentarios carentes de veracidad, rigor, aseveraciones inicuas y sesgadas, que repito, por mala información suponiéndoles buena fe, hacen un caldo propicio para que muchas personas se vengan lanza en ristre contra una expresión cultural autóctona como son las cabalgatas. Vaya por delante que desde las propias asociaciones equinas hemos emprendido campañas y no de ahora, para buscar el mejor trato de los caballos destinados a trabajos tanto en las ciudades como en el campo. Por supuesto que nosotros mismos nos hemos enfrentado al abuso que se comete con los tristemente célebres “caballos zorreros” y con aquellos que son cargados hasta esconder su figura bajo enormes bultos de cualquier producto agrícola o material de construcción. No deja de ser una ironía que a lomos de muchos caballos y mulas nuestros próceres nos concedieron la libertad y solo 200 años después esta gracia les llegue a muchos caballos.
Hemos escuchado tantas falacias que dan hasta para reír. Por ejemplo que los caballos que van a una cabalgata viajan con todos sus aperos puestos, que la herradura trasmite calor al casco y provoca enfermedades, que se evita la hidratación de los caballos durante el viaje a una cabalgata… nada de eso es cierto y muchos otros argumentos tan peregrinos que no merece la pena ni escribirlos. Pero más increíble resulta el argumento del exhibicionismo de las amazonas y los jinetes, que raya en la mojigatería porque en el calendario televisivo con mayor frecuencia que cabalgatas tenemos certámenes de belleza en donde las participantes nos enseñan mucho más y sin embargo nos quedamos con la belleza y no con el tamaño del bikini. Aquí la moral se mide con otro rasero.
De entrada les diré en este punto que nadie quiere mejor a sus caballos que un caballista. Tener unos cuantos caballos o un criadero obliga a destinar un presupuesto considerable porque nuestros animales tienen su pesebrera o su pedazo de potrero. Pasto tierno, concentrado de calidad, atención veterinaria y medicamentos si fuere el caso, una cama mullida, un palafrenero que mantiene limpia la morada, un montador que ejercita y entrena al ejemplar, agua de buena calidad y muchos cuidados que seguramente ninguna otra especie en Colombia podría disponer. Cuando hay una feria los preparativos además de costar dinero, son esmerados y ni que decir cuando alguno de nuestros caballos participan en una cabalgata. Para empezar, la movilización de un equino debe contar con una “Guía de Movilidad” expedida por el servicio veterinario del I.C.A. que certifica el buen estado de salud del animal. Por así decirlo, el calendario de cabalgatas es más reducido que el calendario del fútbol rentado colombiano y el “tour” de reinados de belleza. Este año y previo a las Fiestas del San Pedro en el Huila, se detectó un brote de fiebre porcina y que gracias al manejo profesional por parte de las autoridades departamentales, la dirección regional del I.C.A., las dos asociaciones del Huila y las autoridades de Policía, controlaron adecuadamente la contingencia y los opitas y visitantes disfrutamos tanto participando o como espectadores en unas muy organizadas y vistosas cabalgatas. Para gustos se hicieron los colores y una vez más las cabalgatas fueron el corazón de la fiesta opita. Pero el éxito, el disfrute y la vistosidad del evento también se debe a la “nuez” de mis apreciaciones: el consenso y la reglamentación. Recorridos más cortos, horarios con temperaturas más benévolas, más puestos intermedios de control durante el recorrido, servicio veterinario permanente, control de ingreso, puntos de hidratación con agua pura, control en el expendio de bebidas alcohólicas e intervención de la Policía para retirar de la cabalgata y apear de su caballo a quienes abusen del alcohol y provoquen desmanes. Al final insistir en lo mismo: reglamentar todos los aspectos para conseguir el mejor trato de los equinos, el mínimo entorpecimiento de las demás actividades y ofrecer a los espectadores una manifestación alegre, en paz y organizada. Y al hablar de los posibles colapsos de movilidad por las cabalgatas, cabría suponer que igual o peor puede pasar por ejemplo en el desfile de silleteros, el desfile de automóviles antiguos o el desfile de “chivas” durante la misma Feria de las flores, sin embargo, precisamente la feria tiene actos y eventos para todos los gustos que para quien quiera disfrutar de la misma lo único que tiene que poner son ganas y tiempo para no perderse nada y ya no digamos todas las competencias de ciclismo, caminatas, maratones, ciclovías, conciertos y cuanta expresión deportiva y cultural se nos ocurra para disfrute y goce de los ciudadanos, siendo las cabalgatas las menos frecuentes.
En Colombia cabemos todos, los amigos de los animales y los protectores de los mismos siempre y cuando existan reglas y comportamientos adecuados. Las expresiones culturales que nos identifican deben pervivir como muestra de la esencia de ser colombianos, el Carnaval de Barranquilla, la Feria de Manizales, las cabalgatas, las carreras ciclísticas, los clásicos del fútbol… todo en una Colombia en paz, respetuosa de las minorías y la diversidad.
Como Presidente de la Asociación de Caballistas Laboyanos y de común acuerdo con la Junta Directiva de ASOCALA, mantenemos por principio la destinación del dinero recaudado en la cabalgata más importante de Pitalito que abre nuestra Feria Grado A, para que sea donado al Hogar del Adulto Mayor “San José” como una más de las labores sociales que nos comprometen con nuestros conciudadanos. Por último, nuestros agradecimientos a las autoridades del departamento por el apoyo y la vinculación con ASOCALA y AHCABALLO, por velar por nuestro patrimonio cultural y recordarles que estaremos prestos para apoyar a las demás asociaciones en beneficio de la actividad y el fomento equino.
Jairo Ortiz Tovar
Presidente de la Asociación de Caballistas Laboyanos –ASOCALA-